Benito Juárez fue masón

Cada 21 de marzo, se celebra el natalicio del «Benemérito de las Américas». Es decir, de Benito Juárez –nacido en 1806–, una de las figuras más relevantes de la historia de México y de la totalidad de América Latina. De hecho, fue dos veces presidente de México y uno de los grandes impulsores de la separación  de la Iglesia y el Estado en el continente. Sin embargo, entre las facetas menos conocidas de su vida se encuentra su filiación masónica, llegando a ser máximo responsable del Rito Nacional Mexicano.

Juárez ingresó en la Orden al poco de haber cumplido la treintena. A su ceremonia de iniciación asistieron distinguidos masones, como Manuel Crescencio Rejón, autor de la Constitución de Yucatán de 1840; Valentín Gómez Farías, prominente político de México; Pedro Zubieta, comandante General en el Distrito Federal y del Estado de México; o los diputados Fernando Ortega, Tiburcio Cañas, Francisco Banuet, Agustín Buenrostro, Joaquín Navarro o Miguel Lerdo de Tejada, quien –además– llegó a ser secretario de Gobernación. El Benemérito se mantuvo fiel a la Orden hasta el fin de sus días –su deceso acaeció el 18 de julio de 1872–, siendo su enterramiento masónico uno de los mejores conservados del mundo.

Pero, en realidad, ¿en qué consisten las logias? El profesor emérito de Historia de la Universidad de Granada, Eduardo Enríquez del Árbol, señala que la Fraternidad se constituye como “una asociación universal, filantrópica y progresiva bajo los principios básicos de amor al Gran Arquitecto del Universo y a los hombres, y guiada por reglas la Moral universal y la Ley natural, dictada por la razón y definida por la Ciencia”. Además, indica que, entre otros elementos, “persigue la emancipación pacífica y progresiva de todos los seres humanos, es decir, la perfección de los hombres, por lo que tiene una proyección social; y trabaja sin descanso por el bien la Humanidad, fundamentalmente por medio de la instrucción, del trabajo y de la beneficencia” (Enríquez del Árbol, 1989: pp.: 1989).

En este sentido, se debe destacar la gran relevancia que tuvieron los componentes de la Cofradía en el desarrollo histórico de algunos países. Y para muestra –una vez más– el caso mexicano, donde el grueso las sedes fraternas se desarrollaron una vez iniciada la guerra insurgente, de la mano de las tropas realistas españolas (Vázquez, 2008: 103 y 104, 116). En consecuencia, si las mencionadas entidades fueron llevadas por las fuerzas metropolitanas, poca influencia pudieron tener durante los movimientos separatistas existentes en el espacio novohispano…

Tras la consecución de la soberanía en 1821, sí que se observó esta presencia. Por ejemplo, durante la Primera República Federal mexicana (1824-1835), periodo en el que las logias actuaron como «organizaciones prepartidistas» (Fuentes, 1996: 7). Una circunstancia que ocurrió ante la falta de fórmulas de participación pública tras el Absolutismo de la Corona española. Por tanto, las reclamaciones políticas se aglutinaron en torno a estructuras preexistentes, como las tendencias fraternas (Fuentes, 1996: 10).

De esta forma, por un lado, se encontró el Rito Escocés, en el que se integraron los sectores conservadores, como ciudadanos de la antigua metrópoli, militares realistas, y defensores de la colonia y de los privilegios monárquicos. Su impulsor fue Juan O´Donojú, último representante de la Nueva España. Enfrente, se posicionaron los yorkinos, promovidos por el embajador estadounidense en México, Joel R. Poinsett, y cuyas agrupaciones se compusieron por personas federalistas, que abogaban por acabar con toda influencia proveniente de Madrid (Fuentes, 1996: 11). Entre sus integrantes más destacados se hallaron Lorenzo Zavala y Vicente Guerrero.

A partir de ahí se distinguió una diferenciación ideológica y organizativa entre escoceses y yorkinos, que pronto dio paso al conflicto. Ante esta lucha, hubo intentos de establecer una suerte de Tercera Vía Masónica, a través del Rito Nacional Mexicano, fundado en 1826, y del que –como se ha referido– formó parte el presidente Benito Juárez. De esta forma, dichas entidades se constituyeron como «entidades prepartidistas» que permitieron a las élites acceder al poder y definir la concepción del nuevo Estado.

Una implicación política que se sucedió durante gran parte del siglo XIX mexicano. De hecho, figuras tan destacadas como el propio Benito Juárez o Porfirio Díaz también fueron masones. Este último –Díaz– no sólo fue un mandatario importante de la organización, sino que en el marco de su régimen liberal/autoritario también supo manejar a las logias a su antojo. Lejos de prohibirlas, supo llevarlas hasta su redil… Hay que tener en cuenta que muchas de las sedes masónicas acogían en su seno a opositores al régimen Porfiriano, como el periodista Filomeno Mata o el intelectual Ignacio Manuel Altamirano. Empero, desde la dictadura de Díaz se supo cooptar convenientemente a aquellos iniciados que pudieran ser más problemáticos –como Altamirano– y, de esta forma, evitar la crítica política. Además, desde la presidencia de la República se impulsó la creación de una organización masónica unitaria, la «Gran Dieta Simbólica», que buscaba reunir en su interior a las diferentes tendencias fraternas existentes en México, para tenerlas controladas. El organismo sobrevivió entre 1890 y 1901, y su presidencia recayó –como era obvio– en Porfirio Díaz.

Por tanto, las logias sí que tuvieron un importante componente político en muchos países, como México, pero en ningún caso estuvieron detrás de oscuras conspiraciones para acabar con el poder establecido. Todo lo contrario. Muchas veces estas agrupaciones fueron empleadas por la clase gobernante para acceder al poder, o, incluso, para justificar su estancia en el mismo. De hecho, cuando a finales del siglo XIX y principios del XX la sociedad de masas se fue imponiendo, las sociabilidades masónicas entraron en declive en algunos lugares. Entre ellos, México, ya que en las postrimerías de la Revolución de 1910 tomaron fuerza otras fórmulas de participación, como los clubes liberales o los partidos de masas. Sin embargo, una de las figuras más insignes del país –Benito Juárez– se alzó como un dignatario masónico de primer nivel.

Para más información sobre este tema, no dudes en consultar los libros «La Masonería en la prensa mexicana a finales del siglo XIX» e «Iniciación a la Masonería» de Julio Martínez.

 

BIBLIOGRAFÍA

ENRÍQUEZ DEL ÁRBOL, E. (1989). «La Masonería española y la política: ¿objetivos comunes?» En FERRER J.A. «Masonería, Política y Sociedad». Zaragoza: Centro de estudios Históricos de la Masonería Española.

FUENTES, V. (1996). «Los partidos políticos en México». México DF: Porrúa.

MARTÍNEZ GARCÍA, J. (2025). «Iniciación a la Masonería». Guadalajara: Océano Atlántico Editores.

MARTÍNEZ GARCÍA, J. (2021). «La masonería en la prensa mexicana a finales del siglo XIX». Guadalajara: Océano Atlántico Editores.

VÁZQUEZ, M.E. (2008). «La formación de una cultura política republicana. El debate público sobre la Masonería en México 1821-1830». (Tesis de doctorado no publicada). Zamora (Michoacán): Colegio de Michoacán.

Comparte este post:

Facebook
WhatsApp
Twitter
LinkedIn
Email

¡Suscríbete a nuestro newsletter!

¡Nunca más te vuelvas a perder nuestras publicaciones, novedades, promociones y mucho más!

¡Suscríbete a nuestro newsletter!

¡Nunca más te vuelvas a perder nuestras publicaciones, novedades, promociones y mucho más!